Una caja de cerillas. Publicidad de un restaurante irrelevante. Probablemente fuera con ella. Lo agito para hacerlo sonar. Una cerilla por cada foto juntos. El viaje a Canarias. Los carnavales de Río. El fin de semana en la montaña. Suena la música del fósforo contra el dorso áspero de la caja. Una llama. Arde la primera foto. Y la segunda. Las demás se miran horrorizadas. No es el final que esperaban. Ni yo tampoco, esto es más duro para mí que para ellas. Repito el proceso. Ya no me quieres digo para mis adentros. Las palabras dolorosas son filetes crudos en el plato de un vegetariano. Guardarse una cerilla. Abrir el gas.
1 comentario:
A veces no es malo conservar el recuerdo.
Aunque la vida discurra por otro camino...
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