NO ME LEAS



NO ME LEAS

Así funciona la primera ley fundamental de seducción. Yo te digo que no me leas, y aquí estás. Pero es que si voy a más y te digo que no te interesa nada de lo que te voy a contar, que esto no es para ti y que lo dejes ahora mismo seguirás atado a estas líneas hasta que las acabes. Porque si me haces caso y no lo lees, las dudas te asaltarán (¿y si al final decía algo interesante? ¿y si en realidad era para mi? ¿y si no lo era, qué les dice a los demás?
¿y por qué ha considerado que no era para mi?) y serán mucho más difíciles de soportar que el tiempo que tardarás en leerme.


Risto Mejide


16 de febrero de 2009

30%

Mas que poner a prueba su sentido del suicidio quería salir vencedor de una lucha insufrible contra sus hemisferios. Desnudo, caminó hacia lo alto del edificio, por encima del piso 17. En cero coma notó el aumento de la frecuencia cardíaca por encima de las 100 pulsaciones por minuto, 27 latidos cada 15 segundos. Las glándulas sudoríparas empezaban a desprender 98% de agua y 2% de cloruro sódico, urea, ácido úrico, creatinina, ácidos grasos, ácido láctico, sulfatos y lactatos en ínfimas cantidades. Después de coronar las escaleras se dispuso a abrir la férrea puerta de una extraña aleación de Fe y Al y empujó la empuñadura llena de ácaros y trillones de átomos sobre la pintura compuesta de ethil-silicato y una capa muy gruesa de zinc. Al acceder al exterior sus pupilas cambiaron su tamaño a la velocidad del rayo y volvió a percibir un estallido de información: 32 grados de temperatura, 16% de humedad y la dirección oeste que seguía la suave brisa valenciana. Echó un pulso a su sensible apreciación de la naturaleza e intentó poner su mente en blanco pero hasta el silencio que ansiaba era audible para él. Se encontraba a 4 metros 14 centímetros y 80 milímetros del muro que separaba el sosiego perpetuo de la esquizofrenia paranoide perceptiva. Cansado recreó en su mente su suicidio a modo de flashback y corrió con los ojos cerrados hasta saltar al vacío; los abrió para observar centímetro a centímetro la cada vez mayor cercanía con el suelo pero inesperadamente para él, le invadió un sentimiento que respondía al nombre de miedo. La descarga de adrenalina le impidió percibir la velocidad a la que se acercaba al suelo, su peso, la composición y medida de las hojas suicidas de los árboles caducifolios que le acompañaban e incluso su fatiga de hace 21 años. Hugo sabía que un metro antes de que sus costillas se adentraran en su pulmón y sus órganos fueran fuertemente aplastados sufriría un ataque al corazón que le permitirían redimirse del dolor. Hugo puso fin al uso del 30% de su cerebro.

2 comentarios:

Celia dijo...

Hugo. Como siempre, me dejas hecha un nudo...

Anónimo dijo...

uh...